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La Caravane

En Seúl, la tradición sostiene que la buena fortuna reside en los pliegues del Pojagi. Al transformar este textil cotidiano en un revestimiento mural de tela enlucida, trasladando sus mágicos pliegues a la pared, ¿acaso también nos trae buena suerte? Lo hemos visto resurgir entre las amplias tramas de abacá y rafia. Sobre la tela, en sus extensas superficies de color liso y rodeado de rayas con costuras visibles, evoca la delicadeza de un obsequio amable y sereno, con una cualidad terrenal. En ocasiones, parece casi descolorido por el paso de generaciones, pero siempre conserva su encanto suave y placentero.

Esta colección es una evolución de la línea El Dorado. Su inspiración radica en el Pojagi coreano, esos tejidos tradicionalmente usados para envolver regalos y objetos, confeccionados a partir de diversas telas. Aquí, se reinterpretan en un mosaico de telas enlucidas, adoptando texturas que recuerdan la rafia o el abacá, presentadas en colores serenos y melódicos, algunos casi calcáreos: terracota, rosas empolvados, verdes y azules lacustres, y blancos naturales.

Con la colaboración de Marie Papillaud y Vincent Gevin.

En Seúl, la tradición sostiene que la buena fortuna reside en los pliegues del Pojagi. Al transformar este textil cotidiano en un revestimiento mural de tela enlucida, trasladando sus mágicos pliegues a la pared, ¿acaso también nos trae buena suerte? Lo hemos visto resurgir entre las amplias tramas de abacá y rafia. Sobre la tela, en sus extensas superficies de color liso y rodeado de rayas con costuras visibles, evoca la delicadeza de un obsequio amable y sereno, con una cualidad terrenal. En ocasiones, parece casi descolorido por el paso de generaciones, pero siempre conserva su encanto suave y placentero.

Esta colección es una evolución de la línea El Dorado. Su inspiración radica en el Pojagi coreano, esos tejidos tradicionalmente usados para envolver regalos y objetos, confeccionados a partir de diversas telas. Aquí, se reinterpretan en un mosaico de telas enlucidas, adoptando texturas que recuerdan la rafia o el abacá, presentadas en colores serenos y melódicos, algunos casi calcáreos: terracota, rosas empolvados, verdes y azules lacustres, y blancos naturales.

Con la colaboración de Marie Papillaud y Vincent Gevin.

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